El Laudatismo es la respuesta al
llamado del Papa Francisco a crear una ciudadanía ecológica que viva una
verdadera cultura del cuidado de nuestra Casa Común y entre nosotros que
vivimos fraternalmente en ella.
Nos sentimos llamados a generar
conciencia de que el ser humano también es una criatura de este mundo, que
tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad
especialísima.
Los problemas que enfrentamos
como humanidad son de dimensiones monumentales: cambio climático,
contaminación, pérdida de la biodiversidad, pérdida de los recursos naturales,
deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social, y finalmente la
inequidad planetaria.
Frente a la gravedad de estas
cuestiones, hay muchos que en vez de resolver el problema de la pobreza y de
los pobres, y de esforzarse por construir un mundo diferente, sólo atinan a
proponer una reducción de la natalidad, presionando a los países
subdesarrollados y condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de salud
reproductiva que incluyen la legalización del aborto (cf. Laudato Si, 50).
Estas falsas soluciones, muchas
veces, sólo buscan legitimar el modelo de distribución actual, donde una
minoría se cree con derecho a consumir en una proporción que es imposible
generalizar, porque el planeta ni siquiera tiene capacidad de contener los
residuos de semejante consumo (cf. Laudato Si, 50).
El desafío es enorme, gime la
tierra y gimen los abandonados y excluidos del mundo con un clamor que nos
exige otro camino. Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo
la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de
una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia
básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de
vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que
supondrá largos procesos de regeneración.
En ese sentido, lograr una
convivencia pacífica entre todos, supone persistir en la lucha para favorecer
la cultura del encuentro, por sobre la división y el enfrentamiento. Esto exige
colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona
humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo
nos haga huir de la búsqueda de intereses exclusivamente particulares y a corto
plazo. La construcción de una convivencia basada en la paz y la justicia es un
objetivo a largo plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y
al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las
heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente (cf. Evangelii Gaudium, 67).
En este particular momento, nos
convoca la defensa de la vida. La defensa de la vida es una cuestión fundante
de la comunidad política y, la afirmación por la vida, no se reduce sólo a la
cuestión del aborto, o a creencias personales, u opciones individuales, sino
que involucra una doble connotación: el deber vivir de cada uno y el
correspondiente derecho de vivir de todos y cada uno.
De este deber/derecho de vivir
han de derivarse todos los valores vigentes, valores que hagan posible el deber
y el derecho de vivir; pero también, que fundamente todo el orden político
económico y social: el sistema de propiedad, las estructuras sociales y las
formas de cálculo económico, las normas de distribución del producto, los
patrones de consumo, nuestro estilo de vida, nuestra cultura, es decir, todas
las instituciones del estado y de la sociedad civil. La misma posibilidad de la
vida desemboca en estas exigencias. Así, por ejemplo, un sistema de propiedad
debe considerarse legítimo, en la medida en que sea compatible con la vida real
y material de todos, e ilegítimo, si no es compatible con esta exigencia. Lo
mismo podríamos decir de cualquier otra institución (empresa, organización,
sindicato, etc.), y de las grandes institucionalidades (Estado, mercado).
El derecho/deber de vivir de
todos, presupone un hecho previo, que es el mutuo reconocimiento entre todas
las personas como seres necesitados, ya que cada ser humano depende
del otro, sustenta al otro, participa en el desarrollo del otro, comulgando de
un mismo origen, de una misma aventura y de un mismo destino común. Desmond
Tutu, el obispo anglicano sudafricano, ha hecho una formulación sucinta de este
argumento: “Yo soy solamente si tú también eres”. No se trata de una simple
afirmación moral o ética, si bien de ella podemos sacar conclusiones tanto
morales como éticas. Es una afirmación sobre la realidad en la que vivimos como
seres humanos.
Cuando afirmamos:
“el sentido de la vida es vivirla”, ante todo estamos reafirmando una voluntad
de vivir, reivindicando una lógica de la vida que permita reorientar la
organización de la sociedad por el imperativo ético de la vida: mi vida, la
vida del otro, la vida de la naturaleza externa al ser humano. Y no solamente
una vida “sostenible” (aunque esto es necesario), sino una vida que contenga la
referencia a la plenitud humana, a la felicidad de todos.
De allí viene la relación directa entre la defensa de
la naturaleza, del ambiente y del ecosistema, y la defensa de la vida
como viene: “Dado que todo está relacionado,
tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del
aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles
que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un
embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades: «Si se
pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se
marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social»" (Laudato
Si, 120).
Desde esta visión, ninguna
persona puede ser reducida a una opción o un cálculo. Esto significa cosificar
a la persona, ocultar su valor único e irrepetible. No podemos consentir que la
grandeza del hombre y su eminente dignidad quede reducida a un dato
estadístico, a una molestia o a un deseo. Sólo a partir de este reconocimiento
del otro, como misterio, pero también como ser natural y necesitado, es que el
ser humano llega a tener derechos y se impide que pueda ser reducido a un
objeto de simples opciones, de parte de él mismo o de los otros. Es, por tanto,
el reconocimiento de que el punto de referencia básico, fundamental, para la
evaluación de cualquier ley, o política de salud o incluso de toda organización
económica institucionalizada, debe ser el ser humano en comunidad, con un valor
único e irrepetible, como sujeto viviente corporal, con necesidades y derechos.
Este punto de partida no puede ser el deseo o el derecho absoluto de la madre a
decidir si el niño por nacer va a vivir o a morir por cuestiones subjetivas. Consideramos
que eso es legitimar un individualismo egocéntrico que daña a toda la sociedad.
Por estos motivos, rechazamos
también la subordinación de la persona humana a las leyes del mercado, en donde
queda sometida a los intereses y a las reglas de una economía que excluye y que
configura la cultura del descarte: “Así como el mandamiento de «no matar» pone
un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir
«no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede
ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que
sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede
tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es
inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del
más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta
situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin
trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo
como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a
la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente
del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la
exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la
que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder,
sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos,
«sobrantes»". (Evangelii Gaudium, 53)
Frases del Papa Francisco sobre el Aborto y el Valor de la Vida:
Frases del Papa Francisco sobre el Aborto y el Valor de la Vida:
"Toda
vida es sagrada, hagamos avanzar la cultura de la vida como respuesta
a la lógica del descarte y a la caída demográfica. El crecimiento
demográfico es plenamente compatible con el desarrollo integral y
solidario".
Papa
Francisco
“No dejemos entrar en nuestro
corazón la cultura del descarte, porque somos hermanos. No hay que
descartar a nadie.” Discurso del Papa Francisco en una Favela de
Brasil (25/07/ 2013)
“La medida del modelo económico
ha de ser la dignidad integral del ser humano, especialmente el más
vulnerable e indefenso”. Viaje apostólico del
Papa Francisco por Ecuador, Bolivia y Paraguay (05 al 13/07/2015)
“La
concentración monopólica de los medios de comunicación social que
pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad
cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es
el colonialismo ideológico.” Discurso del
Papa Francisco en la Clausura del II Encuentro Mundial de los
Movimientos Populares en Bolivia (09/07/2015)
"Los
organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo
sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a
sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a
las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y
dependencia." Discurso del Papa Francisco ante la ONU (el 25/09/2015)
Encíclica Laudato Si (Sobre el Cuidado de la Casa Común)
43. “Si
tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este
mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz,
y que además tiene una dignidad especialísima,
no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación
ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura
del descarte en la vida de las personas”.
158. "En
las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas
inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas
de derechos humanos básicos, el principio del bien común se
convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en
un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más
pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino
común de los bienes de la tierra".
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio)
56. "Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real"
212. Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de
exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran
con menores posibilidades de defender sus derechos. Sin embargo,
también entre ellas encontramos constantemente los más admirables
gestos de heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la
fragilidad de sus familias.
213. Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con
predilección, están también los niños por nacer, que son los más
indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su
dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera,
quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda
impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa
que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura
como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta
defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa
de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser
humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en
cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio
para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan
fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos
humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias
circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es
suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida
humana, pero si además la miramos desde la fe, «toda violación de
la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y
se configura como ofensa al Creador del hombre».
214. Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia
interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no
debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión.
Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto
sujeto a supuestas reformas o «modernizaciones». No es progresista
pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero
también es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente
a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el
aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas
angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha
surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema
pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto
dolor?
16/06/2018. El Papa Francisco expresó sobre el aborto
selectivo, eugenésico, lo siguiente: “He
escuchado decir que está de moda, o al menos es habitual, en los
primeros meses del embarazo hacer ciertos exámenes para ver si el
niño no está bien o viene con algún problema. La primera propuesta
en aquel caso es “¿lo tiramos?”: el homicidio de los niños.
Para tener una vida tranquila se elimina un inocente.»
«Cuando
era chico, la maestra nos enseñaba Historia y nos decía lo que
hacían los espartanos cuando nacía un niño con malformaciones: lo
llevaban a la montaña y lo tiraban abajo para cuidar la pureza de la
raza. Y nosotros quedábamos aturdidos: “¿Pero cómo? ¿Cómo se
puede hacer esto? ¡Pobres chicos!”. Era una atrocidad. Hoy hacemos
lo mismo. ¿Ustedes se preguntaron por qué no se ven tantos enanos
por la calle? Porque el protocolo de muchos médicos –muchos, no
todos— es hacer la pregunta: ¿Viene mal [el embarazo]? Lo digo con
dolor. En el siglo pasado todo el mundo se escandalizaba por lo que
hacían los nazis para cuidar la pureza de la raza. Hoy hacemos lo
mismo pero con guantes blancos.”
"El
don divino de la vida debe ser promovido, custodiado y tutelado desde
la concepción hasta su ocaso natural". (Instagram, 19/06/2018)
"Hay una vida humana concebida, una vida en gestación, una vida salida a la luz, una vida niña, una vida adolescente, una vida adulta, una vida envejecida y consumada y existe la vida eterna. Hay una vida que es familia y comunidad, una vida que es invocación y esperanza. Como también existe la vida humana frágil y enferma, la vida herida, ofendida, envilecida, marginada, descartada. Siempre es vida humana".
"La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte"
(Papa Francisco, al recibir a los participantes en la XXIV Reunión General de la Academia Pontificia para la Vida, 25/06/2018)
Otros textos a leer en esta línea:
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"La defensa del inocente que no ha nacido, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo. Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte"
(Papa Francisco, al recibir a los participantes en la XXIV Reunión General de la Academia Pontificia para la Vida, 25/06/2018)
Otros textos a leer en esta línea:
#Laudatismo: 12 puntos centrales de Laudato Si
Pacto de Padua. Punto 5: “Proteger la vida humana desde la concepción”.
Pacto de Padua. Punto 5: “Proteger la vida humana desde la concepción”.
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