domingo, 22 de julio de 2018

El peligro de aumentar nuestra deuda interna - Padre Pepe

Nos sorprende a muchos que trabajamos cada día en los sectores populares esta necesidad de plantear el tema ya sin una discusión seria, ignorando su vinculación con las políticas de préstamo con sus exigencias.
¿Con quién será el compromiso entonces: con el pueblo o con el FMI y sus acreedores?
¿Acaso no reparan en que el aborto , tal como se ha puesto en debate, es una de las estrategias para llevar adelante los ajustes exigidos por el FMI no solamente aquí, sino en otros lugares del mundo?
Tomando como cierta la cifra de 500.000 abortos ilegales anuales que esgrimen grupos proabortistas, y teniendo el misoprostol un costo de 120 dólares, el aborto le costará al Estado aproximadamente 60 millones de dólares anuales.
Esta cifra suena ínfima cuando imaginamos qué pasaría a la inversa. Si esas 500.000 vidas que, según los grupos proabortistas involucran en su mayoría a mujeres pobres, nacieran cada año.
Demandarían primero la asignación por embarazo durante casi un año y 18 años de asignaciones universales por hijo, lo que implicaría una inversión de aproximadamente 11.400 dólares por cada nacimiento, lo que multiplicado por 500.000 da un valor final de 5700 millones de dólares (no tomo en cuenta salud ni educación).
Así, durante el primer año la expectativa de "baja del déficit fiscal a futuro" sería de US$5640 millones. El segundo año podría multiplicarse por 2, luego por 3 y así sucesivamente. Esa es la cifra que el Estado no invertiría, gracias a la posible promulgación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Impactante.
Se trata de un verdadero seguro de cobro para organismos voraces como el FMI, que tienen expectativas de recuperar capital e intereses hasta dentro de casi 100 años (de acuerdo con el plazo que se pactó una parte de la deuda soberana)
La Argentina ha sido considerada un ejemplo en todo lo referido a la defensa de los derechos humanos. En caso de promulgarse esta ley, daremos un paso para atrás.
Aunque nos quieran hacer creer que estar en sintonía con lo que se lleva adelante en países considerados del Primer Mundo es lo correcto.
Parece que seguimos olvidando el fracaso de tantas recetas impuestas desde lugares lejanos.
Estamos a las puertas de sumar a nuestra monstruosa deuda externa una pesada deuda interna: la de millones de vidas que se verán truncadas para siempre, de manera fría y económicamente calculada.
Debemos tener en cuenta, ante todo, que el aborto no es un derecho, sino un drama.

El padre Pepe es sacerdote en la villa La Cárcova, de San Martín

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