Estamos frente a un discurso hegemónico,
políticamente correcto, que se siente dueño de la verdad y en
algunos casos arrogante. Pero la realidad no tiene nada de hegemónica
(de hecho, millones de argentinos se movilizan en todo el país por
la defensa de las dos vidas), es compleja, y nos obliga a sacar lo
mejor de nosotros, respetando al que piensa diferente.
Seamos ateos, creyentes, agnósticos, o adherentes a
cualquier corriente filosófica, ideológica, política, económica,
la vida siempre es un acontecimiento que nos excede. De ahí que creo
en el enfoque de la gratuidad, en la "inapropiabilidad" de
la vida. La vida "Es" y/o "Está",
independientemente de su instrumentalización, utilidad, fuerza o
poder.
Son tiempos donde la vida está devaluada. Millones
de argentinos son pobres, indigentes, excluidos y por ende
"deshumanizados". Niños que nacen con las vidas
hipotecadas para siempre por las desigualdades, de la cual no nos
queremos hacer cargo y pretendemos resolverla desde el aborto. En
nuestro país hay más de 8 millones de niños, niñas y adolescentes
pobres (menores de 17 años). A lo largo de mi vida nunca pude
disociar la lucha por la justicia de los nacidos, de la vida por
nacer. Es la misma lucha por la vida y la "posibilidad de vida
de alguien que ya es".
Hace tiempo que en Occidente el único ordenador de
los vínculos sociales, culturales, económicos y políticos es el
modelo tecnocrático y la razón instrumental, tanto en los modelos
sociales cerrados como en los neoliberales. Este último genera una
sociedad abortiva de la dignidad del hombre, de sus derechos humanos
básicos: comer, educarse, trabajar, tener una vivienda, etc.
En esta coyuntura es importante tener en cuenta cómo
operan los factores de poder mundial (FMI, organismos
iInternacionales), que son los primeros interesados en tratar al
aborto como un anticonceptivo más, para el control de natalidad de
los países en desarrollo y pobres del mundo. Esto no es nuevo y
basta con repasar los foros internacionales. Lo que sorprende que
sean apoyados desde el campo progresista cuando siempre se opusieron
al control de natalidad impulsados por los mismos organismos
internacionales que hoy promueven y financian campañas por el aborto
legal con la finalidad de siempre: el control de natalidad de los
pueblos más pobres del planeta.
Esto último no invalida la preocupación honesta y
real de miles de personas sobre el drama del aborto clandestino y
especialmente los riesgos para la mujer. Solamente no comparto que la
solución a ese drama y dolor sea a costa de una vida, la más
indefensa, la naciente. "La clandestinidad y la pobreza se
combaten con justicia social. La pobreza es el mayor factor de riesgo
de mortalidad materna".
No estoy de acuerdo con los que
dividen el valor de una vida, o la reducen a una simple cosa y como
tal pretenden aplicarles derechos reales de dominio y de libertad de
elección (argumentos centrales de la época de la esclavitud).
Tampoco comprendo a los que defienden la vida por nacer y después se
desentienden de todo compromiso social por la justicia y la igualdad
de oportunidades.
No le hagamos pagar a la vida por nacer nuestros
fracasos como sociedad. Debemos tener el coraje de enfrentar nuestros
verdaderos problemas. La respuesta debería pasar por un acto de
rebeldía humana y social frente a la pobreza, la exclusión, la
explotación, la corrupción y la devaluación de la vida en todas
sus fases. ¿Que estamos haciendo somo sociedad? Creo que estamos
haciendo muy poco, pensemos de una manera o de otra. Si reconocemos
esto último tendríamos que ser más humildes.
Según datos oficiales, en 2017 hubo 31 muertes
maternas por aborto provocado o espontáneo. Por un principio
humanista y de defensa de la vida, la única ecuación que deberíamos
analizar es salvar la totalidad: las 31 vidas y la vida naciente o
por nacer. Si un pueblo, una Nación no puede asegurar esto último
entonces no vamos a poder nada y lo único que nos queda es "bajar
la persiana", que es lo mismo que decir "sálvense quien
pueda".
También deberíamos hacernos cargos de las 525
muertes por año de mujeres afectadas por desnutrición, anemias,
etc., o las 233 muertes por año de mujeres por causa de
tuberculosis, o las 194 mujeres que mueren por mal de chagas.
Como bien dice el ex Presidente de Uruguay, Tabaré
Vázquez, en el fundamento del veto contra el aborto en noviembre de
2008: "La legislación no puede desconocer la realidad de la
existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de
manera evidente lo revela la ciencia"; "El verdadero grado
de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los
más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles".
En otra presentación Vázquez cita al científico
Angelo Luigi Vescovi que dice: "El embrión es un ser humano.
Esto es innegable. Cualquier posición de hacer comenzar la vida
humana en un momento posterior es arbitrario y no sustentable de
argumentación científica". Entonces lo que debemos hacernos
cargo como sociedad, como se reconoce en el derecho positivo, es que
no estamos frente a un conjunto de células, una larva, o ante un
problema metafísico. Estamos frente a una Vida, perfectamente
individualizada, organizada y que solo se va a detener en su
desarrollo con la muerte natural.
Se sostiene que hay que legalizar el aborto por un
tema de salud pública. Sin duda que los riesgos que implican un
aborto clandestino nos interpelan. Pero no comparto que la solución
sea una salud pública solo para una parte de las dos vidas. Porque
digamos las cosas como son, mientras se hace un aborto por otro lado
se tira en una bolsa de desechos clínicos una vida por nacer que a
las 14 semanas es un ser humano. En todo caso hay que trabajar para
una salud pública para la vida, para las dos vidas y especialmente
para la más débil. Y se hace cambiando las condiciones económicas,
sociales, culturales que impiden tener un piso mínimo para el
desarrollo de la mujer embarazada.
El artículo 75 inc. 23 de la Constitución Nacional
nos muestra el camino a las respuestas que estamos buscando. Dice:
"Dictar un régimen de seguridad social especial e integral en
protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo
hasta la finalización del periodo de enseñanza elemental, y la
madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia". Existiendo
este artículo en nuestra Constitución me pregunto ¿desde qué
lugar, con qué argumentos se está proponiendo la legalización del
aborto? Dar por sentado que hay abortos y no encarar primero este
verdadero despojo de derechos o la falta de concreción de este, es
partir con una premisa cruel para cualquiera de las dos vidas. El
estado -mediante programas de políticas públicas integrales- debe
contener, y ayudar a la mujer y su criatura, especialmente al
embarazo no deseado. Toda la sociedad debe dar una respuesta.
La defensa de toda vida humana debe ser lo más
importante y movilizar a nuestra Nación. Es un tema esencial que
hace a la ética de la solidaridad de los individuos y pueblos. Todo
proyecto político, económico y social debe proteger la vida,
especialmente la más débil, vulnerable y necesitada.
Diputado Nacional Luis Contigiani
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